#LoRetro
Todas las generaciones se refugian en la nostalgia por una razón muy sencilla: aquello que vivimos, vimos y sentimos de niños y adolescentes, primero nos marca profundamente, luego se convierte en un recuerdo fiable y, finalmente, ya en tonos sepia (perdón: filtro Valencia) se integra en esa parte de nuestra memoria sensorial-sentimental que funciona como refugio mental. Ese lugar de nuestra mente está regido por dos entrañables mentiras piadosas: nuestra juventud fue la mejor juventud y el mundo en el que ésta ocurría era el mejor mundo.
Por eso la nostalgia funciona. También su hermana doblemente mentirosa, esa nostalgia de lo no vivido que Douglas Coupland (que, por cierto, acaba de publicar libro nuevo) definió como “retronostalgia” en ‘Generación X’ uno de los libros más influyentes para mi generación. También, me temo, uno muy poco leído. Retronostálgica es, por ejemplo, ‘Stranger Things’, que fantasea con unos años 80 pasados por el filtro de las películas de los 80. Son tres épocas: la real, la ficcionada entonces en tiempo real y la ficcionada ahora sobre las dos anteriores, que tienen puntos en común, pero también diferencias. Para entender realmente los años 80 como construcción cultural (y como refugio mental de mi generación) hay que combinar las tres.
Lo mismo ocurre con todas las décadas y todas las generaciones. Yo lo veo clarísimo en las reconstrucciones de los 90, la primera era que yo vivo enteramente consciente de estar viviendo eso, una era. Porque ahora se llaman así: eras. Gracias, Taylor.
‘Generación X’ se publicó en 1991. Yo lo leí unos cuantos años después, en una edición maravillosa que estará en algún lugar de la casa de mi madre en Madrid pero que, por no ponerme a buscarla, me he vuelto a comprar mientras escribía este texto. Lo releeré ahora releyéndome a mí mismo leyéndolo entonces.
Ese ejercicio ya lo hice en Peliculero. Estoy orgulloso de mi libro. Creo que la auto-re-lectura que hago de mí mismo a través del cine y la series, pese a lo obvia y cansina que es (ni un autor de cuarenta y tantos sin su libro de ese palo), funciona y llega. O al menos sé de gente a la que le ha llegado. Y con eso me conformo.
#LoMalo
Es día de Reyes, festivo, me he levantado tarde tras la noche de los Globos de Oro y básicamente he dedicado el día a holgazanear solo en casa, mientras escucho a través de las paredes como los niños de los pisos contiguos se entusiasman con sus nuevos regalos. Es ya de noche cuando pongo la tele y me topo con ‘El núcleo’, una película de 2003 que yo en su día ya consideré un subproducto de entretenimiento más trash que otra cosa. Lo es. Ni siquiera es trash-gozoso ni pide a gritos drogarse para disfrutarla desde otro plano de consciencia. O de inconsciencia. ‘El núcleo’ es simplemente mala.
Pero al día siguiente, en una reunión con dos personas de treinta y muy pocos años, justo esa película sale a relucir en nuestra conversación. Para ellos (ella y él), ‘El núcleo’ mola muchísimo. Es una de las primeras películas “adultas” (*) que vieron y se les quedó grabada en esa parte del cerebro que almacena el material con el que construir el refugio mental retronostálgico que claramente ya tienen.
(*) “Adulta” es el último adjetivo que escogería yo para describir ‘El núcleo’, filmoide cuya premisa es descacharrante. Tiro de Wikipedia: “un equipo de terranautas (**) es reclutado por el gobierno de los Estados Unidos para viajar al centro de la Tierra y explotar una serie de dispositivos nucleares en un intento para reiniciar la rotación del núcleo terrestre.”
(**) ¿terraQUÉ?
Ser mayor te da cierta capacidad de observación sobre personas de generaciones anteriores que todavía no han llegado a ese punto en el que eres consciente de no ser especial. Es un punto jodido ese y, cuando llegas a él agradeces poder construirse un palacio mental de evasión hecho de películas, series, programas de televisión, canciones y recuerdos compartidos. Los que nacimos en los 70 y 80 disfrutamos además de un privilegio especial: somos los últimos en tener una cultura común, hecha de las mismas películas, series, programas de televisión y canciones que nuestros coetáneos. No es que seamos especiales, es que no había internet. Eso, en teoría, nos reduce el libre albedrío, la capacidad de elección incluso la personalidad propia, pero a cambio nos dota de una conciencia colectiva cultural que yo llamaría “cultura pop”, conocedor perfectamente de que la definición canónica de “cultura pop” no es exactamente esa.
Hoy esa argamasa generacional quizá sólo la encontremos, y a veces de manera accidental, en fenómenos cinematográficos y televisivos altamente manufacturados, como ‘Barbie’. Mucho más fáciles de detectar son los productos que pretenden únicamente exprimir la nostalgia, la retronostalgia y la ¿metanostalgia? (nostalgia de lo que pudo ser y no fue) de franjas de edad específicas. Esa descaradísima intención, reforzada y curated por los algoritmos que se nutren de nuestros datos de consumo audiovisual online, está en ‘Gladiator II’, en ‘Stranger Things’ o incluso en ‘Cónclave’.
‘Cónclave’ nos recuerda que, precisamente en los años 90, se hacían muchas películas así. Hoy se hacen muy pocas y quizá por eso nos parecen mejores de lo que son. ‘Cónclave’ es un aprobado justito y sin embargo ahí la tienes, cosechando alabanzas y nominaciones. No te extrañe que antes o después se haga un remake de ‘El núcleo’. Y lo mismo va y hasta funciona. Público potencial tiene.
#LoRaro
A ‘Joker: Folie à Deux’ (Joker 2 en esta newsletter), le honra haber tenido esa capacidad retronosálgica a mano y no haberla querido utilizar. Aunque no lo ha hecho porque creía que no lo necesitaría, que el público de ‘Joker’ estaba tan hambriento de jokerismo que compraría todas las propuestas de la secuela: que sea lenta, que sea fea, que sea un musical y que no pida ni permiso ni perdón por nada de lo anterior. ‘Joker 2’ es orgullosamente rara, pero no es rara-divertida ni rara-intrigante. Solo es rara. Y yo diría que también mala.
En un cine post-todo y meta-todo, obsesionado con referenciar, homenajear y, ya de paso, plagiar obras anteriores, ‘Joker 2 ‘intenta (y eso le honra también) ser una película que invente algo que no estaba inventado. No tengo claro que no lo logre. Sí que, sea lo que sea ese logro, no les ha llegado a los espectadores.
De ‘Joker 2’ me gustan casi todos los planos y hay pocas secuencias a las que les pueda poner peros concretos. Sin embargo, por lo que sea, a mí y a millones de personas más, el conjunto no nos ha interesado. Y no hemos salido de la sala recomendando la película, algo que hizo de la primera ‘Joker’ un superéxito. El fenómeno inverso ha hecho de ‘Joker 2’ un superfracaso. “No vayas a verla: es rara, es aburrida y cantan”.
Nikki Glaser bromeó con esto en una de sus intervenciones como presentadora de la gala de los Globos de Oro. Tampoco se ensañó demasiado. Porque tampoco tenía delante ni a los responsables de ‘Folie à Deux’ ni a sus protagonistas, que podrían haber completado con su contraplano el comentario ácido de Glaser. Joaquin Phoenix habría puesto cara de palo (porque le da igual todo) y Lady Gaga habría intentado remar a favor riéndose de sí misma (porque quiere que, de una vez por todas, la aceptemos como estrella de cine).
Vi Joker 2 hace relativamente poco y ya he olvidado su trama por completo. De su predecesora sí tengo recuerdos nítidos, aunque no pueda construir con ellos algo parecido a una historia. Pero me quedé con esa Zazie Betz tan ordinaria como sublimable, con Robert de Niro siendo asesinado, con Frances Conroy (porque con Frances Conroy siempre me quedo) y con la dichosa escena en las dichosas escaleras. Supongo que los que entonces tenían 15 años tendrán ‘Joker’ mucho más clara en su memoria. Todavía no les ha dado tiempo a convertirla en una pieza de un archivo mental titulado “cuando era joven” en el que se recrearán por placer o refugiarán por supervivencia cuando, dentro de unos años, sean adultos con problemas de adultos y propensión a la autofantasía nostálgica.
‘Joker’ es de 2019. Sus fans la echaban de menos pero no tanto como para conformarse en 2024 con cualquier cosa. Cuando, en 2040, ‘Joker 3’ las saquee a las dos para ofrecer a los cuarentones del futuro un barrizal remember en el que rebozarse, lo mismo hace la taquilla que hizo la primera.
En breve
Hoy se estrenan en España ‘Las vidas de Sing Sing’ y ‘A Real Pain’, dos películas con potenciales ganadores de premios de interpretación. Colman Domingo es el protagonista de la primera y Kieran Culkin el coprotagonista de la segunda, por la que ya ha ganado un Globo de Oro como actor de reparto. Son dos películas curiosas que, en general, están gustando. A mí no.
Como calentamiento para la gala de los premios Feroz, que se celebrará en Pontevedra el 25 de enero y se emitirá en La 2 de TVE, se están organizando en Madrid unos interesantes encuentros con nominados. Yo moderé el que reunió a un montón de guionistas de series. Podéis verlo aquí.
Y el próximo martes…
Os cuento por qué Las vidas de Sing Sing no me gusta. Es más: por qué me parece una película cursi y tramposa.